El próximo presidente de Ecuador, ya sea Daniel Noboa o Luisa González, asumirá el poder en medio de una tormenta económica. Un informe de la consultora Multiplica revela que el país está oficialmente en recesión, con tres trimestres consecutivos de caída en el PIB, y cerró el 2024 con una contracción del 2%. La inversión está congelada, el consumo estancado y el gasto público no puede ayudar mucho por falta de fondos. La confianza empresarial está por los suelos, con sectores como el comercio en modo pesimista total, mientras que los consumidores apenas sobreviven. En enero de 2025, el 29% de los hogares dijo estar peor económicamente y más del 30% recortó gastos en ropa, entretenimiento y electrodomésticos. En el mercado laboral, solo 1 de cada 3 ecuatorianos tiene un empleo adecuado. El resto vive en la informalidad o se refugia en trabajos precarios, sin estabilidad ni beneficios. El IESS, por su parte, está al borde del colapso: tiene menos aportantes, más jubilados y su déficit crecerá de forma explosiva en las próximas décadas si no se hace nada. La situación energética tampoco ayuda. Los apagones de hasta 12 horas al día durante el 2024 golpearon la producción, el comercio y la vida cotidiana. La producción petrolera sigue estancada desde hace años, y el campo Sacha ahora genera polémica por una concesión cuestionada. El gran problema es que el Estado no tiene dinero para grandes soluciones. En 2024, el 84% del gasto fue rígido: sueldos, deudas, seguridad social… y solo quedó espacio para una inversión pública muy baja. Además, el país depende demasiado del petróleo, que representa el 32% de los ingresos. Suben los impuestos, pero no lo suficiente para cerrar el déficit. Y encima, Ecuador tiene un acuerdo con el FMI que impone disciplina fiscal y recorta aún más el margen de maniobra. El nuevo presidente heredará un país polarizado, empobrecido y con serios desafíos. Y si no se toman decisiones valientes y urgentes, la crisis puede hacerse más profunda y larga.