Durante el debate presidencial de 2023, los votantes ecuatorianos se enfrentaron a una danza de evasivas, promesas sin respuestas y una notable falta de seriedad de los siete candidatos que estuvieron presentes. La escena política, en lugar de ofrecer soluciones y estrategias concretas, ofreció a los ciudadanos un show que pronto se convirtió en material de oro para memes y stickers.

Desde que la autoridad electoral tomó el mando de organizar este evento, ha habido dos ediciones. Pero esta edición, plagada de problemas en el proceso de preguntas y respuestas, causó más risas que certezas. Entre confusiones de los moderadores, candidatos que desaparecían de la pantalla y evasivas constantes, la verdadera discusión política se vio eclipsada. Lo que quedó grabado en la mente de los ecuatorianos fueron los fallos, las frases jocosas y los mantras aprendidos al pie de la letra.

El problema no es nuevo. Si bien este debate contó con menos participantes que en 2021, sigue siendo un reto organizar un verdadero intercambio de ideas con tantos candidatos en escena. Las preguntas, hechas para sacar respuestas concretas, se enfrentaron a respuestas vagas y, en muchas ocasiones, totalmente irrelevantes. Las réplicas, por otro lado, sirvieron más como plataforma para acusaciones y anuncios de campaña que como herramientas de confrontación de ideas.

Aunque los candidatos no proporcionaron respuestas claras a las preocupaciones de los ciudadanos, sí se mostraron dispuestos a señalar con el dedo y echar culpas. Sin ofrecer soluciones concretas, se centraron en culpar al presidente saliente Guillermo Lasso y a administraciones anteriores por los problemas del país.

Los memes, los chistes y las burlas son quizás la forma que encontró el electorado para desahogar su frustración y desilusión. Pero, mientras las redes sociales se inundan de humor, el verdadero debate político y las soluciones al país quedan en el aire.