En la vía, cada decisión puede marcar la diferencia entre la vida y la tragedia. Y, sin embargo, uno de los elementos más simples y efectivos para protegernos también es uno de los más ignorados: el cinturón de seguridad.

Algunos conductores y pasajeros ya sea por descuido o por costumbre no abrochan su cinturón de seguridad. Pero detrás de esa pequeña elección se esconden cifras alarmantes: según la Organización Mundial de la Salud, el uso correcto del cinturón reduce en un 50% el riesgo de muerte en un accidente.

El cinturón de seguridad no es una opción, es una responsabilidad. No solo protege a quien lo usa, sino también a quienes lo acompañan, evitando que el cuerpo se convierta en un proyectil dentro del vehículo. Independientemente de si el camino es: largo o corto, urbano o rural, el cinturón actúa como el guardaespaldas que protege tu vida ante lo inesperado.

Existen normativas que obligan su uso, según la Ley Orgánica de Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, todos los conductores y pasajeros deben abrocharse el cinturón de seguridad mientras el vehículo está en movimiento. pero más allá de la sanción está la conciencia. Porque la cultura vial no se construye solo con leyes, sino con hábitos y educación. Una sociedad que entiende la importancia del cinturón es una sociedad que valora la vida.

Las instituciones de tránsito pueden controlar y sancionar, pero el verdadero cambio empieza en el asiento del conductor, en ese instante en que decidimos abrocharnos. No es una acción menor: es un acto de amor propio y de respeto hacia los demás.

Hablar de seguridad vial es hablar de humanidad. Usar el cinturón de seguridad no debería ser una recomendación, sino un reflejo de responsabilidad. Porque en la vía, como en la vida, ninguna prisa vale más que volver a casa.