Dando la bienvenida a una nueva era geológica, los científicos declararon que hemos ingresado al Antropoceno. Este martes 11 de julio, un yacimiento en el lago Crawford, Canadá, presentó pruebas irrefutables de la influencia humana en nuestro planeta.

La propuesta debe ser aprobada por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS), pero ya está causando revuelo. El lago Crawford se convierte en el emblema de esta nueva época gracias a sus sedimentos llenos de microplásticos y rastros de explosiones nucleares, signos innegables de que hemos dejado atrás el Holoceno.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ya alertó el año pasado sobre las "desestabilizadoras presiones planetarias y desigualdades del Antropoceno". Pero ¿estamos realmente atrapados en un ciclo de destrucción?

El profesor de la Universidad de Maryland, Erle Ellis, piensa que no. En su opinión, hay "multitud de futuros posibles". La clave está en imaginar historias de cambio positivo, de superar obstáculos para crear el futuro que deseamos. Una de las pruebas más curiosas de nuestra entrada al Antropoceno podría ser, increíblemente, los huesos de pollo. La geóloga Carys Bennett explica que los pollos que comemos son irreconocibles en comparación con sus antepasados, un claro ejemplo de cómo la humanidad ha manipulado los procesos naturales.

Mientras el futuro del Antropoceno aún se debate, lo que es cierto es que nuestra huella está marcada, no solo en pollos y plásticos, sino también en la lucha por un cambio positivo.