Este viernes, un sismo de magnitud 5,3 sacudió el este de Japón, afectando especialmente a la prefectura de Kanagawa, al sur de Tokio. El temblor ocurrió a las 19:57 hora local, con un epicentro a 10 kilómetros de profundidad, según reportó la Agencia Meteorológica de Japón (JMA). El sismo no solo fue sentido en la capital, Tokio, y sus alrededores, sino que también alcanzó un nivel 5 inferior en la escala sísmica japonesa en varias zonas cercanas al epicentro, destacándose por su capacidad destructiva.

El temblor dejó como resultado más de 10 personas heridas y provocó el colapso de al menos una decena de viviendas en la región. Aunque las autoridades no emitieron alerta de tsunami, este nuevo movimiento telúrico ha generado gran preocupación, pues llega apenas un día después de que un sismo de magnitud 7,1 golpeara el sudoeste del país, en la prefectura de Miyazaki. Aquel terremoto, que ocasionó un tsunami de medio metro de altura, también dejó una quincena de heridos y numerosos daños materiales.

La reciente actividad sísmica ha llevado a la JMA a emitir una alerta especial por el incremento del riesgo de un gran terremoto en la fosa de Nankai, una de las zonas sísmicas más activas del mundo. Esta fosa, que se extiende desde la bahía de Suruga, en el centro de Japón, hasta el mar de Hyuga, en el sudoeste, es conocida por ser un punto crítico para la generación de terremotos de gran magnitud, lo que mantiene en vilo a las autoridades y a la población.

Japón, ubicado en el llamado Anillo de Fuego, es un país que experimenta terremotos con relativa frecuencia debido a su ubicación en una de las zonas sísmicas más activas del planeta. Sin embargo, la reciente secuencia de sismos ha encendido las alarmas, y la población se prepara para posibles nuevos eventos, mientras las infraestructuras del país, diseñadas para soportar terremotos, son puestas a prueba una vez más.