¿Para quién se construye Barbuda? El lujo que aterriza en la isla


El reto: empleo local, servicios básicos y respeto a la tierra y la cultura.
El plan de Barbuda se escribe con letras de lujo. El Nobu Beach Inn apunta a un cliente que llega en helicóptero privado o en yate. Ofrece villas de alta gama en venta y suites para huéspedes exigentes. Algunos medios han citado desde 2.500 dólares la noche para sus alojamientos premium. La promesa es exclusividad, servicio curado y gastronomía de marca. Ese esquema funciona en destinos selectos del mundo. También pide infraestructura de hidráulica confiable para operar. Requiere conectividad de calidad para reservas, pagos y atención. Demanda mano de obra local entrenada para sostener el estándar. En la isla ya se pregunta si ese modelo puede convivir con la comunidad. La duda es si ese formato podrá integrarse sin fracturar el tejido social. Robert De Niro aporta prestigio mediático y experiencia empresarial al desarrollo. Barbuda gana exposición internacional con promesas de empleo e inversión. El brillo del glamour convive con obligaciones de responsabilidad social. La sostenibilidad ambiental aparece como una alerta clave. También pesan los derechos sobre la tierra de la población local. El impacto cultural necesita atención constante. Todo debe manejarse con rigor y reglas claras. Solo así la inversión no será vista como una usurpación del patrimonio comunitario. El mercado está listo para pagar, y la isla pide garantías.
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