El lago San Pablo, orgullo natural de Otavalo y conocido como Imbakucha por los pueblos indígenas, está en peligro. Cada segundo, entre 18 y 20 litros de aguas negras caen directo al agua sin ningún tratamiento. La Corporación para la Defensa del Lago San Pablo advierte que por hora se vierten más de 68 mil litros de desechos. En sus 6,72 km² se refleja la historia de más de 10 mil años, pero hoy refleja basura y suciedad. La situación más crítica se vive al norte, en la comunidad Pucará de Velásquez, donde una estación de bombeo colapsó hace un año. Desde entonces, las aguas servidas del alcantarillado se quedan estancadas. Esto afecta también a las comunidades de Eugenio Espejo y Pivarinsi. La escena es alarmante: aguas negras fluyen por canales abiertos hasta llegar al lago. Al otro lado del lago, en la comunidad de Araque, la planta de tratamiento dejó de funcionar en 2020. Los tanques están llenos y nadie hace nada. A pocos pasos, un manantial de agua cristalina se mezcla con las descargas sucias. Investigadores encontraron bacterias, hongos, parásitos y hasta microplásticos. El nivel de contaminación ya alcanza 7 sobre 10, según el Ministerio del Ambiente. Eso significa que está muy cerca de volverse un lago muerto. En total, hay 14 plantas de tratamiento en la zona, pero varias no funcionan. Más de 84 mil personas viven cerca del lago y ya sufren los olores y el agua contaminada. En las piscinas de purificación, lo que hay es solo agua estancada y podrida. La comunidad pide a gritos una solución, pero el problema crece. Este sábado 26 de abril, 500 voluntarios harán una limpieza urgente. Se teme que en dos años el lago ya no tenga vuelta atrás. Si no se actúa rápido, Ecuador perderá uno de sus paisajes más icónicos.