Liliana Córdova, madre de dos niñas, desapareció el 29 de abril tras salir con un amigo hacia Monte Sinaí. Doce días después, la Policía encontró sus cuerpos, junto al de Jonathan Gómez, su acompañante, en el llamado “canal de la muerte”, en la cooperativa Reinaldo Quiñónez. Familiares denunciaron que ambos fueron secuestrados violentamente por al menos ocho sujetos armados dentro de la casa de Gómez. Los delincuentes dejaron sus ropas y se los llevaron. Para dificultar la identificación, los responsables arrojaron cal sobre los cadáveres, que estaban en avanzado estado de descomposición. Jonathan Gómez tenía antecedentes por tráfico de drogas y armas, y vinculación con bandas delictivas. El “canal de la muerte” es un canal de aguas lluvias en Nueva Prosperina, conocido por la frecuencia con que aparecen cuerpos sin vida. Guayaquil registra una alarmante cifra de asesinatos: hasta mayo 2025, 310 homicidios, casi cuatro veces más que en 2024. Esta tragedia refleja la profunda crisis de seguridad que vive la ciudad, donde la violencia sigue cobrando muchas vidas inocentes. La comunidad exige justicia y respuestas rápidas para poner fin a esta ola criminal. Las autoridades mantienen la investigación abierta para encontrar y sancionar a los responsables. Mientras tanto, el miedo y la inseguridad aumentan en sectores vulnerables de Guayaquil. La familia de Liliana y Jonathan vive un dolor inmenso por esta pérdida. El caso se suma a una lista cada vez más larga de víctimas de la violencia que azota a la ciudad. La esperanza está en que se detenga esta cadena de terror que afecta a miles. La sociedad pide mayor presencia policial y acciones contundentes para proteger a la ciudadanía. Cada vida perdida es un grito urgente de justicia y seguridad.