ABAD Y NOBOA: El DÚO VOLÁTIL


Las diferencias entre Noboa y Abad evidencian un gobierno dividido que enfrenta retos de cohesión y liderazgo.
La relación entre Daniel Noboa y Verónica Abad, marcada por la desconfianza y las diferencias estratégicas, ha afectado la forma en cómo se percibe el liderazgo ejecutivo. La negativa de Noboa a ceder la subrogación a su vicepresidenta refleja una dinámica de poder que prioriza el control político sobre la cohesión interna, mientras que la insistencia de Abad en asumir la presidencia refuerza las tensiones ya existentes.
Desde el inicio de su mandato, las diferencias entre ambos han sido notables, aunque el diseño institucional de la vicepresidencia busca garantizar la continuidad del poder en ausencia del presidente, aquí se ha convertido en un espacio de disputa política. Noboa percibe a Abad como un posible riesgo para la estabilidad de su gobierno y la consistencia de las decisiones ya tomadas. Este temor ha llevado a no solicitar licencia para la campaña, evitando así que Abad asuma temporalmente la presidencia.
Abad ha generado dudas sobre sus intenciones. Su interés en la subrogación, si bien legítimo desde una perspectiva institucional, se ha percibido como una oportunidad para proyectarse políticamente, especialmente considerando su perfil independiente y sus diferencias con el presidente. Esta actitud no ha contribuido a disuadir las sospechas en su contra, alimentando la idea sobre los intereses individuales que parecen prevalecer sobre la coordinación gubernamental.
En un momento en que Ecuador enfrenta desafíos significativos, desde la inseguridad hasta la crisis económica, la imagen de un gobierno fragmentado envía un mensaje de debilidad tanto a la ciudadanía como a la oposición. La percepción de que el Ejecutivo opera con dos agendas distintas, o incluso en conflicto, puede erosionar la confianza en su capacidad para liderar de manera efectiva.
Este es un gran ejemplo sobre las alianzas coyunturales que se forman para ganar elecciones muchas veces carecen de una base sólida de confianza y cohesión. Esto deriva en conflictos y pueden llegar a comprometer la estabilidad institucional.
El impacto de esta disputa no se limita al ámbito interno del gobierno. Para Noboa, la desconfianza hacia su vicepresidenta representa un desafío estratégico en un contexto electoral, pues su postura puede interpretarse como un acto desesperado. Mientras tanto Abad, la tensión con el presidente puede consolidarla como una figura alternativa, pero a costa de alimentar la percepción de que actúa en función de sus propios intereses más que del bienestar colectivo.
Las tensiones entre Noboa y Abad son un reflejo de cómo las diferencias internas en el poder pueden transformarse en un obstáculo para la estabilidad política y el fortalecimiento institucional, propuesta que estuvo dentro de su plan de trabajo en las elecciones anticipadas. Lejos de ser un conflicto aislado, evidencia el temor de Noboa en ceder la presidencia temporal, y la insistencia de Abad que está mucho más cerca de agendas personales que por intereses de los ecuatorianos.
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