Un operativo sorpresa en Guano, Chimborazo, destapó el infierno que vivían 38 personas dentro de un supuesto centro de rehabilitación. El lugar funcionaba sin permisos, con rejas en las ventanas y tratos indignos para quienes buscaban ayuda. Técnicos de ACESS encontraron hacinamiento, maltrato físico y condiciones insalubres. Entre los afectados había 32 hombres y 6 mujeres. Las denuncias hablaban de golpes, encierros y un ambiente que en lugar de curar, lastimaba. La clausura fue inmediata y los pacientes fueron trasladados a sitios seguros. Las autoridades confirmaron que el lugar no cumplía con ninguna norma sanitaria ni humana. El sitio operaba de forma clandestina y sin control estatal. Las víctimas relataron abusos constantes y condiciones indignas. “Combatimos la clandestinidad”, dijo ACESS tras el operativo. Esta intervención evidenció una realidad dolorosa y oculta. La atención a personas con adicciones sigue siendo una deuda del sistema. Muchos centros improvisados operan sin controles ni profesionales. Familias desesperadas caen en manos equivocadas al buscar ayuda. Este centro prometía rehabilitación, pero ofrecía encierro y maltrato. Las rejas no solo eran físicas, también mentales y emocionales. La clausura fue aplaudida por la comunidad local. Se exige mayor control para evitar que estos lugares sigan apareciendo. La rehabilitación debe ser sinónimo de cuidado, no de sufrimiento. Las autoridades prometieron seguir con las inspecciones. El caso deja claro que el silencio no puede ser la norma. Denunciar puede salvar vidas y evitar tragedias mayores.