El papa León XIV lamentó el trato “extremadamente irrespetuoso” que recibieron migrantes en Estados Unidos. Pidió escuchar a los obispos de ese país, que criticaron las deportaciones del Gobierno de Donald Trump. El pontífice sostuvo que se necesitaban mecanismos humanos y claros para quienes vivieron años en el país. Aclaró que cada nación tuvo derecho a definir sus fronteras, y que la dignidad humana debía guiar toda decisión. Recordó que existieron tribunales y un sistema de justicia para procesar los casos migratorios. Indicó que no pidió fronteras abiertas, pero reclamó evitar medidas que dañaran a residentes de larga data. Señaló que muchos migrantes llevaban 10, 15 o 20 años en ese territorio. Afirmó que en ciertos procedimientos algunas autoridades actuaron con violencia. Solicitó atender el mensaje de los obispos estadounidenses y reducir el miedo en las familias. La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos publicó el día 12 un pronunciamiento firme. El texto condenó la estigmatización y las deportaciones masivas. También expresó preocupación por el aumento del temor a arrestos y separaciones familiares. Los obispos alertaron sobre las condiciones en los centros de detención de migrantes. Denunciaron la falta de acceso a la atención pastoral en esas instalaciones. Aseguraron que algunos inmigrantes perdieron su estatus legal de manera injusta. El documento se aprobó casi por unanimidad durante la reunión anual en Baltimore. Los prelados dijeron que inquietaban las amenazas de redadas en iglesias, hospitales y escuelas. Señalaron que muchos padres temían ser detenidos al llevar a sus hijos a clases. El papa respaldó esas preocupaciones y pidió un diálogo que colocara la dignidad humana en el centro. Cerró con el compromiso de que la Iglesia acompañaría a las comunidades migrantes y con un llamado a decidir con respeto y justicia.