El exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas ha sido trasladado de emergencia al Hospital Militar en Guayaquil este lunes, tras un incidente que ha sacudido no solo las estructuras políticas de Ecuador, sino también las relaciones internacionales en América Latina. Glas, condenado por corrupción y protagonista de una irrupción policial sin precedentes en la Embajada de México en Quito, se encuentra ahora en un coma profundo inducido por una presunta sobredosis de medicamentos.

La situación de Glas no solo es delicada desde el punto de vista médico, sino que ha abierto un abanico de cuestionamientos legales y diplomáticos. La decisión de México de otorgarle asilo político y el posterior asalto a la embajada ecuatoriana por parte de las autoridades de Ecuador, ha desatado una crisis diplomática de grandes proporciones, llevando incluso al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a romper relaciones diplomáticas con el país sudamericano.

La reacción internacional no se ha hecho esperar. Organizaciones como la ONU y la OEA han condenado la acción de Ecuador, mientras países de la región y más allá expresan su preocupación por lo que consideran una violación flagrante a los tratados internacionales y la soberanía diplomática.

En Ecuador, las opiniones están divididas. Mientras algunos consideran la acción como una necesaria lucha contra la corrupción, otros la ven como una transgresión a los derechos humanos y una peligrosa politización de la justicia. El correísmo, movimiento político del que forma parte Glas, ha denunciado lo ocurrido como un acto de persecución política y un peligroso precedente en el manejo de la justicia.

En medio de este torbellino político y legal, la salud de Jorge Glas se mantiene en una línea delicada. Según los últimos informes médicos, su estado es crítico pero estable. Los detalles de su condición son limitados, pero las implicaciones de su estado de salud son enormes, tanto para él como para el frágil equilibrio político en Ecuador.

El caso Glas no es solo la historia de un hombre en el umbral de la vida y la muerte, sino también el reflejo de una nación en busca de justicia y estabilidad, y un continente enfrentando los desafíos de la diplomacia y la política en tiempos convulsos.