El 14 de mayo de 2025, vimos una escena conocida pero con nuevos protagonistas. Mientras el correísmo se dedicaba a gritar, protestar y hacer berrinches, Acción Democrática Nacional (ADN) y Daniel Noboa jugaron inteligentemente sus cartas: se quedaron con toda la Asamblea Nacional.

El correísmo no logró nada. Ni siquiera asegurarse un puesto en el Consejo de Administración Legislativa (CAL). Se quedaron mirando cómo, uno a uno, los cargos eran tomados por el oficialismo y sus aliados. Es irónico: quienes antes dominaban todo, no pudieron ni defender un espacio.

ADN hizo exactamente lo que tanto criticaban del correísmo: tomar todo el poder. Y no se puede negar que su estrategia fue brillante. Se aseguraron la Presidencia de la Asamblea con Niels Olsen, la primera vicepresidencia con Mishel Mancheno, la segunda vicepresidencia con Carmen Tiupul, y llenaron el CAL con figuras afines.

Este control absoluto trae una lectura inevitable: ahora sí Daniel Noboa podrá gobernar a su antojo. No habrá pretextos ni enemigos internos para culpar si las cosas no salen bien. El camino está despejado, pero también lleno de responsabilidad.

En política ecuatoriana ya sabemos cómo terminan las historias de quienes concentran demasiado poder: Rafael Correa tuvo su momento de gloria y ahora su caída en crisis. Tener todo el poder puede ser tan peligroso como no tener nada.

Noboa no solo ganó. Se convirtió en una versión joven de Correa: con todo el control. ¿La diferencia? Esta vez no tiene 10 años por delante, sino apenas dos para demostrar que su modelo no terminará, otra vez, en desilusión nacional. Y que no terminará loco en un ático.

El 14 de mayo no asistimos solo a la instalación de una nueva Asamblea. Asistimos al nacimiento de un nuevo mapa político: uno que pone a Daniel Noboa como dueño del tablero.