Irán e Israel están en plena confrontación desde el 7 de junio, y todo gira alrededor de una sustancia muy peligrosa: el uranio enriquecido. Este elemento, que parece inofensivo, puede convertirse en el corazón de una bomba nuclear. Israel lanzó ataques contra instalaciones nucleares iraníes, asegurando que allí se escondían plantas para producir este material con fines bélicos. El informe más reciente del OIEA reveló que Irán ya tiene más de 9.200 kilos de uranio enriquecido, cuando solo debía tener una pequeña fracción. Además, el país persa alcanzó el 60% de pureza, muy cerca del 90% necesario para fabricar armas nucleares. Teherán insiste en que su programa es civil, pero los datos levantan sospechas. Estados Unidos, que en los años 50 ayudó a crear este programa, ahora quiere limitarlo. La técnica para enriquecer uranio incluye convertirlo en gas, hacerlo girar a alta velocidad y separar los átomos. Lo peligroso es que, si antes solo se usaba para energía, hoy Irán está muy por encima de esos niveles. Israel no se quedó de brazos cruzados y dijo que destruyó laboratorios y centros de conversión nuclear. En cambio, Irán no admite tener armas atómicas, pero sus reservas multiplican por 45 lo permitido. La tensión sube porque Tel Aviv ya tiene 90 ojivas nucleares listas. Mientras, el resto del mundo observa con miedo. Kazajistán, Canadá y Namibia lideran en reservas de uranio, pero hoy es Irán el que domina los titulares. Las negociaciones con EE.UU. se han vuelto más complicadas, mientras los bombardeos siguen. El uranio, aunque invisible en el aire o el agua, puede ser letal cuando se convierte en arma.