SIRIA Y EL FIN DE AL-ASSAD


Por: Mateo Núñez
La salida de al-Assad del poder tendrá repercusiones sociales y económicas significativas tanto dentro de Siria como a nivel internacional. Este escenario no es necesariamente optimista, pues la caída de un régimen no implica automáticamente su reconstrucción o estabilidad.
La reconstrucción del tejido social será un desafío monumental. Décadas de represión, divisiones y una guerra brutal han fragmentado a la sociedad siria. Hay que saber que el fin del régimen no significará la eliminación de tensiones étnicas y sectarias.
La caída de al-Assad ha generado optimismo en su gente, pero en el peor de los casos podría provocar un nuevo éxodo masivo, especialmente si este vacío de poder resulta en una lucha entre opositores, como ocurrió tras la caída de otros regímenes en la región. Una transición fallida podría dar lugar a nuevos abusos y prolongar el sufrimiento de la población.
Esta caída debilitaría a Irán que ha sido su principal apoyo, pero podría dar paso a un aumento de la influencia de otros actores, como Turquía. Esto afectaría los mercados energéticos si las tensiones regionales desestabilizan aún más el suministro de petróleo.
Siria ha visto la migración de 14 millones de personas. Ciertos sectores de la izquierda han demostrado una alianza indirecta con regímenes represivos (Irán) con la excusa de luchar contra el neoliberalismo, pero aquí predican “la defensa de los derechos”.
Esta narrativa ignora los crímenes de guerra, las masacres. El apoyo de Rusia, China a Assad y la intervención de Irán, también son formas de imperialismo. Sin embargo, estas acciones son convenientemente pasadas por alto por quienes critican únicamente a las potencias occidentales. Esto incluye a al-Assad y figuras como Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, e incluso la complicidad tácita con gobiernos como el de Vladimir Putin.
La reconstrucción de Siria supera los 400 mil millones de dólares según el banco Mundial. Esto podría marcar el inicio de una nueva etapa para Siria, pero también plantea enormes desafíos sociales, económicos y políticos tanto a nivel local como global. La reconstrucción requerirá un esfuerzo “sincero” por parte de la comunidad internacional. El éxito de esta transición dependerá en gran medida de la capacidad para evitar los errores cometidos en otros países que atravesaron procesos similares, como Irak o Libia.
La izquierda que aun mantiene dogmas ambiguos relacionados con regímenes autoritarios como el de Assad pone en evidencia la necesidad de una revisión profunda de sus principios.
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